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El insulto como herramienta de hostigamiento y poder

Desde que asumió la presidencia, Javier Milei convirtió el agravio en política de Estado.

El insulto como herramienta de hostigamiento y poder

 

Desde que asumió la presidencia, Javier Milei convirtió el agravio en política de Estado. En apenas 14 meses de gestión, ya había pronunciado públicamente más de 1.100 insultos contra periodistas, dirigentes políticos, economistas, organizaciones y cualquiera que cuestione sus ideas o decisiones.

No se trata de chicanas políticas ni de humor irónico: es violencia sistemática desde el poder. Chequeado analizó miles de posteos y discursos del presidente utilizando IA y halló una estructura repetitiva de ataques, con picos coincidentes con momentos de alta tensión institucional. Insultos, descalificaciones y falsedades forman parte del relato oficial.

Sus blancos más frecuentes son mujeres, trabajadores del Estado, personas que se manifiestan pacíficamente, científicos, docentes y periodistas. ¿Sus frases más repetidas?
“Basura”, “casta”, “ñoqui”, “chorros”, “mandriles”, “enfermos mentales”, “pelotudos”, “ratas inmundas”, “asesinos”.

Esta degradación del discurso público tiene consecuencias. Genera miedo, legitima el odio y normaliza el insulto como forma de comunicación política. En lugar de construir consensos, se gobierna a través del escarnio y el hostigamiento.

Milei y el insulto como estrategia

Durante su primer año de gobierno, Javier Milei concedió 58 entrevistas y pronunció 84 discursos oficiales. La Nación transcribió y analizó este extenso material —unas 89 horas de contenido audiovisual y más de 700.000 palabras— utilizando inteligencia artificial. ¿El hallazgo más impactante? Más de 4.000 insultos a la oposición, la prensa y figuras públicas.

El equipo periodístico —formado por desarrolladores, analistas y editores— detectó una estrategia discursiva que repite agravios y frases hiperbólicas. Lejos de ser espontáneo, el insulto en Milei es una herramienta política deliberada, que se intensifica ante momentos de tensión o debilidad institucional.

Uno de los blancos más reiterados fue la prensa: 410 menciones despectivas al periodismo en apenas 69 intervenciones. En ese universo, más de 60 periodistas fueron directamente agraviados con términos como “mentirosos”, “miserables” o “farsantes”.

Para llegar a estos resultados, el equipo utilizó herramientas de IA como Whisper V3 y Gemini Pro para procesar y clasificar los discursos. La revisión humana, sin embargo, fue clave para validar el sentido, el tono y la precisión del análisis.

Este trabajo —que recibió un premio internacional por su innovador uso de la tecnología en redacciones— demuestra que el estilo agresivo del presidente no es un arrebato emocional: es una forma sistemática de ejercer poder. Y en democracia, eso merece atención y respuesta.

¿Qué pedimos?

 

  • El cese inmediato de la violencia verbal por parte del presidente y sus funcionarios.

  • La renuncia de la presidenta de la Comisión de Libertad de Expresión, que mira para otro lado ante este atropello institucional
  • Un compromiso público del Congreso para condenar los discursos de odio y proteger la democracia.

    Sin respeto no hay República. Sin democracia no hay libertad.